PSICOLOGIA DEL DELINCUENTE
La psicología de la
delincuencia ha reconocido, desde hace tiempo, que los actos delictivos son
sólo un componente más de una categoría más amplia de ‘conducta antisocial’ que
abarca un amplio rango de actos y actividades, tales como peleas, acciones
agresivas, hurtos, hechos vandálicos, piromanía, absentismo escolar, huidas de
casa o mentiras reiteradas (Kazdin, 1988). Todas estas conductas infringen
reglas y expectativas sociales importantes, y muchas de ellas igualmente reflejan
acciones contra el entorno, incluyendo a personas y propiedades (Kazdin y
Buela, 1994). Así, muchos términos como delincuencia, trastorno de conducta,
conductas de exteriorización (conductas impulsivas) o problemas de conducta,
denotan con mayor o menor intensidad conductas antisociales. Ya que la etiqueta
de conducta antisocial puede reflejar hechos tan dispares, es útil recordar
que, en términos generales, hace referencia a cualquier acción que viole las
reglas y expectativas sociales o vaya contra los demás (personas y
propiedades), con independencia de su gravedad. Tales conductas son observables
en jóvenes delincuentes y en menores bajo tratamiento clínico, no obstante,
algunas conductas antisociales pueden darse en el transcurso normal del desarrollo
evolutivo del menor, es decir, se manifiestan durante un período de tiempo, más
o menos breve, y desaparecen posteriormente, de forma súbita o gradual, sin
llegar a suponer conflictos serios con el entorno.
¿CÓMO APRENDER A IDENTIFICAR UNA CONDUCTA ANTISOCIAL?
Precisamente porque
muchas conductas antisociales surgen de alguna manera durante el curso del
desarrollo normal, Kazdin y Buela (1994) señalan dos consideraciones generales
para identificar el comportamiento antisocial como problema que requiere
atención especializada: en primer lugar, que se tome el desarrollo normal como
paradigma de evaluación con el que contrastar la conducta antisocial; y en
segundo lugar, tener en cuenta las características de la propia conducta que
influyen en la probabilidad de que ésta se considere clínicamente significativa
(frecuencia, intensidad, cronicidad y magnitud).
CARACTERÍSTICAS DE LAS CONDUCTAS
Por lo tanto, lo que nos va a permitir hablar
de gravedad clínica van a ser las características que acompañan a ese
comportamiento antisocial. En concreto, estas características son: · La
frecuencia o el grado en que un niño se ve envuelto en conductas antisociales:
obviamente no es lo mismo un hurto o pelea esporádica, que el niño se vea
envuelto continuamente en este tipo de conductas. · La intensidad o importancia
de las consecuencias de una conducta cuando esta tiene lugar: conductas como
prender fuego o agresión con objetos contundentes pueden ser de baja
frecuencia, pero la gravedad de 1. Por ejemplo, algunos estudios han señalado
que a los seis años la conducta de mentir es un problema para la mayoría de los
niños (53%), pero a los 12 años el porcentaje disminuye hasta un 10%. En el
caso de la desobediencia en casa y destrucción de objetos personales, se registra
en aproximadamente el 50% y 26% de niños de cuatro y cinco años, si bien en la
adolescencia (con 16 años) los índices de estas conductas decrecen entre un 0%
y un 20%; y finalmente, en cuanto a las peleas y robos en niños de 10 años es
habitual en un 12% y un 3% respectivamente, descendiendo al 8% y 1,2% a los 12
años. estos actos y la magnitud de sus consecuencias obliga a una atención
especial por parte de instancias clínicas o legales. · La cronicidad o
persistencia de la conducta antisocial: hace referencia a la repetición y
prolongación del historial de la conducta en el espacio y el tiempo. Un ejemplo
de conducta aislada puede no llamar la atención de los demás hacia el niño,
pero la repetición de la misma a lo largo del tiempo y en diferentes contextos
confiere a las conductas una mayor significación. · La magnitud o constelación
de conductas antisociales: es decir, cuando distintas conductas antisociales se
presentan juntas, de tal forma que a mayor variedad de conductas antisociales
peor pronóstico. Todas estas características son importantes para definir la
desviación. Así, en casos extremos los niños antisociales son identificados con
facilidad porque a diferencia de las conductas antisociales aisladas, breves y
no muy intensas que remiten en el curso del desarrollo, estas son conductas
antisociales frecuentes, graves, crónicas, repetitivas y diversas, afectan al
funcionamiento diario del menor y tienen consecuencias importantes para quienes
están en contacto con él (p. ej., los padres o maestros no pueden controlar al
niño o la conducta del niño puede ser peligrosa para él o para quienes le
rodean -generalmente por problemas de agresión-). En tal caso, las conductas
antisociales se consideran como desviaciones significativas de la conducta
normal y muchos de estos niños son identificados a través de instituciones de
salud mental o de justicia. Aunque obviamente, no todos los niños con problemas
graves de conducta se convierten en adultos antisociales, muchos de ellos sí
tienden a continuar estas conductas en la adolescencia llegando a la vida
adulta con graves problemas personales, psiquiátricos, laborales o sociales (p.
ej. escaso ajuste al trabajo, la pareja y las ocupaciones, delincuencia,
alcoholismo, y personalidad antisocial). Como señala un estudio clásico de
Robins (1966), la mayor parte de los adultos diagnosticados con personalidad
antisocial fueron antisociales en su etapa infantil. Este autor analizó
diferentes muestras de niños con conducta antisocial evaluándolos 30 años más
tarde, demostrando que la conducta antisocial infantil predecía problemas
múltiples en la madurez (de adultos sufrían disfunciones con síntomas
psiquiátricos, de conductas delictivas, de Psicología de la delincuencia -
Capítulo 1 23 salud y ajuste social). Las conclusiones a las que llegaron
Robins y Ratcliff (1978) siguen siendo actuales: el adulto antisocial
generalmente falla en mantener relaciones íntimas con otras personas, su
desempeño laboral es deficiente, está implicado en conductas ilegales, tiende a
cambiar sus planes impulsivamente y pierde el control en respuesta a pequeñas
frustraciones. Cuando era niño se mostraba intranquilo, impulsivo, sin
sentimientos de culpa, funcionaba mal en la escuela, se fugaba de casa, era
cruel con los animales y cometía actos delictivos. Un patrón similar de
resultados fue hallado en el estudio Cambridge de West y Farrington, en el que
se señala que la delincuencia es un elemento más dentro de un estilo de vida
antisocial (West y Farrington, 1973; Farrington, 1994).
PRONÓSTICO A LARGO PLAZO DE JÓVENES IDENTIFICADOS CON
PROBLEMAS DE CONDUCTA
1. Estado
psiquiátrico. Mayor deterioro psiquiátrico, consumo de drogas y alcohol, y
síntomas aislados (ej.; ansiedad, quejas somáticas); mayor historial de
hospitalización psiquiátrica.
2. Conducta
delictiva. Mayores índices de conducción bajo efectos de alcohol o drogas,
conducta delictiva, arrestos, condenas y períodos de cárcel; mayor gravedad de
acciones delictivas.
3. Ajuste laboral. Menos probabilidad de ser
contratados; historial de contratos más breves, trabajos menos cualificados,
cambios de trabajo, menor salario y dependencia más frecuente de ayudas
económicas.
4. Logros
académicos. Mayores índices de abandono de los estudios y peores resultados
académicos.
5. Participación social.
Menor contacto con familiares, amigos y vecinos; poca participación en
organizaciones sociales.
6. Salud física.
Mayor tasa de mortalidad y de hospitalización por problemas físicos (además de
psicológicos).
NOTA: Estas características están basadas en
comparaciones de niños normales con niños tratados clínicamente, y de
comparaciones entre jóvenes delincuentes y no delincuentes (Kazdin y Buela,
1994).
Esta idea de una
personalidad antisocial que crece en la infancia y persiste en la vida adulta
con numerosas manifestaciones conductuales, entre ellas las delictivas, fue
popularizada por Robins (1966). Posteriormente esta misma idea fue recogida
como categoría psiquiátrica en la tercera y cuarta edición del Manual
Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría con la denominación de
“Trastorno disocial o de conducta” en la infancia y Trastorno Antisocial de la
Personalidad’ en adultos.
Síntomas incluidos en el
Trastorno Disocial
1. A menudo
fanfarronea, amenaza o intimida a otros.
2. A menudo inicia
peleas físicas.
3. Ha utilizado un
arma que puede causar daño físico grave a otras personas.
4. Ha manifestado
crueldad física con otras personas.
5. Ha manifestado
crueldad física con animales.
6. Ha robado
enfrentándose a la víctima (ej.: asaltar, robar bolsos).
7. Ha forzado a
alguien a una actividad sexual.
8. Ha provocado
deliberadamente incendios con la intención de causar daños graves.
9. Ha destruido
deliberadamente propiedades de otras personas.
10. Ha violentado
el hogar, la casa o el automóvil de otra persona.
11. A menudo miente
para obtener bienes o favores o para evitar obligaciones (esto es, «tima» a
otros).
12. Ha robado
objetos de cierto valor sin enfrentamiento con la víctima (ej.: almacenes,
casas).
13. A menudo permanece fuera de casa de noche
a pesar de las prohibiciones paternas, iniciándose antes de los 13 años.
14. Se ha escapado
de casa durante la noche por lo menos dos veces, mientras vivía en casa de sus
padres o en un hogar institutivo (o sólo una vez sin regresar durante un largo
período de tiempo).
15. Suele hacer
novillos en la escuela, iniciando esta práctica antes de los 13 años de edad.
Como puede observarse, una característica
principal de este síndrome radica en la conducta agresiva, y de hecho muchos
estudios retrospectivos y prospectivos han mostrado que la agresión en la niñez
y en la adolescencia está asociada con una conducta delictiva posterior,
especialmente si los comportamientos agresivos también se producen fuera del
hogar (Rutter y Giller, 1988; Ollendick, 1996).
FACTORES DE RIESGO MÁS RELEVANTES PARA EL COMIENZO DE LA CONDUCTA DELICTIVA
Actualmente se coincide en señalar muchos de los factores
que predisponen
a niños y adolescentes hacia la conducta antisocial,
algunos de los cuales son
aspectos clave que trazan a una persona a lo largo del
ciclo vital.
Principales factores de riesgo en el inicio de la
delincuencia
Variables Personales / Individuales
- Complicaciones prenatales, bajo peso al nacer.
- Rendimiento académico deficiente y funcionamiento
intelectual bajo (fracaso escolar). Bajo nivel cultural. Escasas habilidades
verbales, absentismo escolar y abandono precoz de la escuela, poco interés por lo académico, escasa concentración, conducta disruptiva.
- Personalidad irritable y polémica, búsqueda de
sensaciones, tendencia al psicoticismo (indiferencia por los demás), baja
activación cortical (hiperactividad). Dificultades para acatar normas y someterse
a la autoridad.
- Conductas antisociales variadas (agresividad, hurtos,
vandalismo, fugas…) y/o de inicio precoz. Malos tratos y desatención
severa en la infancia. Trastornos psicológicos y de comportamiento.
- Irresponsabilidad y escaso autocontrol. Impulsividad.
Dificultades para demorar la gratificación. Baja tolerancia a la frustración.
- No considerar las consecuencias de sus actos.
Dificultades para apreciar y comprender los puntos de vista de otras personas
(empatía y toma de perspectiva social). Pensamiento egocéntrico.
Dificultad para expresar afecto.
- Actitudes favorables hacia la conducta antisocial.
Creencias justificadoras.
Extremismo religioso y/o político. Escasos o nulos
sentimientos de culpa.
- Pensamiento concreto más que abstracto (inmediatez de
respuesta, ausencia de planificación y rigidez cognitiva). Dificultad
para adaptarse a los cambios.
- Poca motivación de logro (carecer de metas personales y
objetivos).
- Falta de perseverancia. Fácilmente influenciable. Pobre razonamiento crítico. Sesgos cognitivos (atribuciones sesgadas). Locus
de control externo (bajo autoconcepto, pobre autoestima, falta de
autoconfianza).
- Escasas habilidades cognitivas para solucionar problemas
interpersonales.
Escasa asertividad.
- Accesibilidad al consumo de alcohol/drogas. Consumo de
drogas. Educación fuera del ámbito familiar (centros de acogida,
protección…). Variables Familiares
- Prácticas de disciplina basadas en el castigo y/o la
inconsistencia. Nula disciplina. Disciplina laxa. Autoritarismo excesivo. Falta
de roles y modelos
paternos apropiados. Padres inexpertos en habilidades de
crianza. Falta de habilidades para solucionar conflictos o problemas.
- Tendencia a dar órdenes, recompensar la conducta
inapropiada con atención e ignorar la conducta prosocial. Valores
permisivos hacia la conducta antisocial .
· Pobre supervisión paterna y ausencia de reglas claras en
el hogar. Escasas demandas y bajas expectativas sobre el menor.
Escasa preocupación por el rendimiento escolar.
- Falta de comunicación, actitudes de rechazo, y menor
calidez, afecto y apoyo emocional. Discriminación dentro del entorno
familiar.
- Abandono/Negligencia. Relaciones entre los padres
infelices y conflictivas.
- Familia numerosa con bajo estatus socio-económico. Bajo o
nulo nivel cultural. Desempleo. Empleo precario. Pobres condiciones de
habitabilidad. Condiciones carenciales o deficitarias generales.
- Movilidad residencial Aislamiento social. Escasa
utilización de los recursos formales e informales de apoyo. Abuso de
alcohol/drogas y conducta delictiva/agresiva. Violencia familiar (física,
sexual, psicológica o emocional…). Problemas psicológicos.
Variables Socio-ambientales
- Ambiente escolar donde predominan los castigos frente a
los refuerzos, malas condiciones laborales, escasa atención a los
problemas de los alumnos y pocas recompensas.
- Hacinamiento.
- Escasa cohesión y comunicación grupo-aula
(profesorado-padres).
Interacciones negativas con el profesorado. Falta de
expectativas sobre el alumno y escaso fomento de la responsabilidad individual
y colectiva. Estatus socialmente negativo y marginal en el entorno
escolar por parte del menor.
- Rechazo compañeros y/o profesores. Cambios continuos de
centros escolares. Acoso (Bullying). Carencia de amigos
prosociales. Asociación amigos antisociales.
- Violencia audiovisual. Vecindarios o grupos extensos
favorecedores de la antisocialidad. Entorno Marginal. Aprobación cultural y
social de la violencia.
Como podemos apreciar en la tabla anterior, un grupo de
predictores importante radica en las variables personales o individuales.
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